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"Mi manera de interpretar lo que fotografío es dejándome abrazar por el sujeto e integrando las señales, tangibles e intangibles que percibo en un ejercicio de comprensión respetuoso y sereno". 

 Jordi Azategui, fotógrafo, video artista y narrador audiovisual, nos ofrece su visión reflexiva, crítica y contundente sobre los efectos que ha desencadenado la pandemia, y alerta como esta crisis sanitaria ha terminado diezmando el cine como experiencia, pues la fotografía ya estaba muy tocada antes de la covid. Azategui aboga por un cambio de paradigma asentado en la capacitación de la población en el juicio crítico y la interpretación a través de la cultura, las artes y las humanidades. Según sus propias palabras, para él es necesario decir las cosas como son para remover las consciencias, provocar el diálogo y así poder llegar a soluciones colectivas.


Entrevista por Cristina Barredo



¿Cómo estás viviendo a nivel personal y profesional la crisis sanitaria y económica que se ha desencadenado con la pandemia de la covid-19? ¿Cómo te está afectando?.


Profesionalmente, viví los inicios de esta plaga con relativa normalidad. El primer confinamiento nos pilló justo después de acabar el rodaje de Nieva en Benidorm, película escrita y dirigida por Isabel Coixet y producida por la productora El Deseo de Almodóvar.


 Así que pudimos centrarnos en el montaje en sala para después pasar a remoto en casa por un mes, después del cual volvimos a sala donde la acabamos sin más incidencias. Los protocolos covid se aplicaron rápidamente y afectaron mucho más a los rodajes inconclusos, que tuvieron que parar en seco y sin fecha de vuelta… Ahora es una locura rodar; todo el equipo rueda con mascarilla, te hacen PCRs cada día y el gel hidroalcohólico es nuestra nueva piel… No reconocer a los que te rodean, no poder dar la mano, abrazar o besar, no poder sentir ni expresar con el rostro es “innormalizable” por mucho que lo pretendan. Nos tienen en un estado de humanidad aletargada que espero no se sostenga mucho mas.

 

A nivel personal, recuerdo cuando hace diez años vi en televisión cómo esos dos aviones se estrellaban contra las torres gemelas, que poco después colapsaban en directo. En ese preciso momento sentí dentro de mí como la energía de todas aquellas vidas apagándose al unísono me azotaba en lo más profundo del alma sintiendo por primera vez en mi vida una intensa y primaria sensación de hermandad, de pertenencia a la especie.

 

No sé si ese terrible momento de 2001 abrió en mí una grieta, o un chakra, o como se le prefiera llamar, pero meses antes de que se hablara del virus yo ya empecé a experimentar una especie de obnubilamiento o confusión que aún a día de hoy me persigue. Como si la amenaza, la propagación, la enfermedad y todas esas nuevas muertes siguieran azotándome día tras día. Si nos limitamos a lo empírico, será que me visitó una cepa del bicho previa a que se nos informara de su presencia y que me dejó sus consiguientes secuelas neuronales además de los respectivos anticuerpos.. Si somos capaces de entender otros prismas de conocimiento, tal vez soy de esas personas extremadamente sensibles a las energías, a los astros y a los campos electromagnéticos, y casualmente nos encontramos en plena transición de era astrológica de Piscis a Acuario. Y en plena implantación silenciosa del 5G…


 

¿Crees que es el final del mundo tal como le conocemos? ¿Habrá un cambio de paradigma? 


La era de Piscis se ha caracterizado por la individualidad por encima de la colectividad y eso ha propiciado que acabemos en manos de lobbies políticos y magnates especuladores que se han servido de esa marcada individualidad en nosotros para edulcorar nuestra existencia con falsas necesidades, comodidades y caprichos, diseñando para nosotros un mundo donde la falsa felicidad que otorga el consumismo es el fin último y por lo tanto, prosperar económicamente una necesidad vital, no importando la realización personal, el intelecto o la razón, y mucho menos las consecuencias morales, éticas o ecológicas.

 

Esa “dulce” promesa ha generado una dependencia fortísima, e incluso cuando se intuyen o se conocen los enormes inconvenientes, es más facil dejarse llevar por la corriente que salir del torrente o remar en contra, eso sería doloroso y nos han programado para evitar el dolor como bien apunta el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su libro La sociedad paliativa (Ed. Herder).

 

En efecto, los poderes que rigen el sistema socioeconómico en el que nos encontramos y todos sus satélites pretenden cambiar el paradigma, pero a peor; en aras de un “bien común” que va en contra de nuestras libertades y autonomía propias. Quieren que nos sintamos “felices” estando atados, trabajando desde casa, con lo justo para pagar los gastos, sin poder socializar cara a cara, sin poder viajar libremente… en la búsqueda de un control absoluto de todos y cada uno de nosotros, a los que usan como meros resortes de la maquinaria que les hace poderosos. Somos más que nunca el combustible del sistema, por ello siguen educando a nuestros hijos en ese dogma para hacerlos “más competitivos” con el mismo fin: la perpetuación del sistema consumista e individualista actual en una espiral de lo que llaman “progreso” que acabará con nosotros y con el planeta que nos acoge.

 

No podemos esperar que el sistema nos salve. El paradigma sólo podemos cambiarlo nosotros. Nosotros damos vida al sistema; sólo si dejamos de alimentarlo habrá espacio para horizontes más prometedores. Yo abogo por un cambio de paradigma asentado en la capacitación de la población en el juicio crítico y la capacidad de interpretación a través de la cultura, las artes y las humanidades. Acabo de presentar un proyecto en esta línea en el Consejo Comarcal de mi área y espero poder ponerlo pronto en marcha a nivel local. Se trata de encontrar alternativas socioeconómicas más éticas, sostenibles y que potencien el crecimiento intelectual de las personas desde un enfoque holístico. Una nueva economía es posible.


 ¿Cómo te planteas encontrar alternativas socioeconómicas más éticas, sostenibles y que potencien el crecimiento intelectual de las personas desde un enfoque holístico?

 

Pues es muy fácil, si potenciamos a nivel social las aptitudes relacionadas con la cultura y las artes, nutriendo a la ciudadanía de un conocimiento y aptitudes amplias que le permitan crecer intelectualmente, mejoraremos sus capacidades de reflexión, juicio crítico, comunicación y criterio objetivo, y se construirán automáticamente sólidas estructuras socioeconómicas en torno a la creación y el uso (antes consumo) de la cultura y de las artes. Igual que ha pasado con el turismo o el consumo de bienes pero sin la ausencia de beneficio social, la falta de sostenibilidad y el carácter destructivo a nivel social y ecológico que estos arcaicos y unilaterales sistemas económicos padecen.

 

Pero para conseguirlo es primordial un enfoque holístico, en el que se vele por la integración dentro del tejido social de todos los ámbitos artísticos y de pensamiento posibles; plástico, gráfico, sonoro, escénico, audiovisual, lingüístico, espacial, filosófico,… dando así a la ciudadanía las herramientas intelectuales, técnicas y teóricas necesarias para entenderlos, interpretarlos e incluso para expresarse a través de ellos.

 

Logrando que toda la población, en la misma medida que ahora participa del consumo de bienes o del turismo, participe de la cultura y de las artes desde esa visión poliédrica, pondremos en valor el conocimiento y el pensamiento, favoreciendo el crecimiento de nuevas vías de desarrollo económico desde el ámbito cultural, para evolucionar hacia un paradigma social y humano más capacitado en el respeto, la creatividad y la conciencia global. Valores imprescindibles para nuestra supervivencia.


¿Nos acercaremos más a la mente colectiva o crees que seguiremos anclados en los actuales esquemas de pensamiento individual? 


En efecto, entramos en una era en la que por fin se activa el pensamiento colectivo, ya hace tiempo que se nota en el aire, en las conversaciones, en las redes… Eso es muy positivo, pero es solo el comienzo. Nos damos las manos y caminamos. ¿Pero hacia dónde? Para empezar, no debemos olvidar que todos, independiente de nuestro nivel social, nuestra religión o nuestras creencias, somos hijos de este planeta: el planeta Tierra. Y que inevitablemente lo necesitamos para vivir dignamente o en el peor de los casos simplemente sobrevivir, nosotros y nuestros hijos. El que no vea esto es un ignorante o un necio. No creo que enviar una nave de vela solar viajando durante generaciones en la búsqueda de un exoplaneta habitable sea un futuro ético ni digno para nuestra especie y mucho menos para todas las otras especies que se extinguirían aquí por nuestra culpa. Yo desde luego no podría sobrellevar ese vacío.

 

Si no queremos perdernos en el universo, en la mente y en una proyección de futuro impostada, irreal y autodestructiva, y notamos que llevan décadas perdiéndonos en esa fantasía, debemos volver a aceptar nuestro origen y anclarnos de nuevo a la Tierra, sentir su energía, respetarla y honrarla. Ahora mismo ya no importa más el individuo y sus caprichos, importa el planeta y sus necesidades. Porque sin él no hay ningún futuro.


¿Hay un cambio de valores? ¿Crees es un cambio positivo? 

Creo que más que un cambio se trata de una tendencia en los valores, y una tendencia es como una moda: es pasajera y nunca es suficiente como para provocar un verdadero cambio. Twittear un texto indignado, seguir a un grupo, poner unos likes o publicar una entrada de instagram, sigue siendo una conducta demasiado cómoda, que no puede provocar cambios estructurales como los que necesitamos. Para mí son como “startups” de ideas brillantes; sí, pueden ser beneficiosas para las personas que las reciben pero necesitan de muchísima inversión, esfuerzos y una total implicación de los gobiernos para crecer y consolidarse como cambios en el conjunto de la sociedad. Por algo se empieza, pero llevamos demasiado tiempo empezando y el tiempo se acaba.

 

Nuestra implicación empieza por cambiar activamente nuestros hábitos de consumo para reducir drásticamente nuestra huella de carbono; limitando nuestra alimentación a productos de proximidad y de temporada, no aceptando envases de plástico, separando siempre los materiales reciclables que lleguen a nosotros y depositándolos en sus respectivos contenedores, haciendo uso activo de las áreas de recogida selectiva para todos los otros materiales contaminantes, limitando a lo estrictamente imprescindible el uso de transportes altamente contaminantes como el avión o el barco, etc; Y continúa difundiendo esos valores entre las personas que nos rodean, exigiendo a las autoridades que se reciclen efectiva y estrictamente esos materiales, creando iniciativas tecnológicas, empresariales, organizativas y legislativas que ayuden a afrontar los nuevos retos a los que nos enfrentamos… En definitiva requiere que dejemos de mirar para otro lado y de esperar a que los problemas los solucionen otros, y todos, repito, todos nosotros pasemos ya a la acción.


En el ámbito climático, las empresas han de acometer la ardua tarea de conocer su huella de carbono. Los criterios ESG se refieren a factores ambientales, sociales y de gobierno que se tienen en cuenta a la hora de invertir en una empresa. A las cuatro P que se benefician de la implementación de criterios ESG —planeta, personas, principios de buen gobierno y prosperidad— conviene añadir una quinta que es la más valiosa y frágil de todas: el valor de la propia palabra. ¿Crees que estos son una oportunidad para que las empresas pasen de las palabras a los hechos?

 

Totalmente. Creo que esa es una muy buena forma de pasar a la acción, por lo menos desde uno de los sectores más relevantes de la crisis climática. Es muy positivo si se aplican esas iniciativas con verdadero convencimiento y estricto rigor a todos los niveles; organización, inversión, colaboración y legislación, para que el cambio se note de verdad y no quede en una bonita gráfica o en un sello de calidad que solo sirva para blanquear la imagen de empresas que no sienten, que no cumplen y que engañan, porque solo buscan incrementar exponencialmente sus beneficios cada año.

 

Es un primer granito de arena de toda una playa a cubrir. Por algo se empieza, pero como digo hay que pasar a la acción de forma coordinada y global, desde todos y cada uno de los sectores sociales, políticos y económicos, persiguiendo y eliminando todas las conductas, los sistemas, los procesos o los productos no sostenibles o nocivos para el planeta o sus habitantes, considerando el ECOCIDIO o genocidio ecológico como una herramienta real de justicia universal, cargando a quienes no colaboren reduciendo su huella de carbono y premiando a quienes si lo hagan, pero exigiendo a su vez coherencia y responsabilidades a las instituciones que asfixian a los más pequeños cuando los más grandes contaminan sin control, como es el caso de la persecución a la etiqueta medioambiental de vehículos privados en ciudades donde cruceros y cargueros contaminan a sus anchas y cuando un solo carguero contamina como 50 millones de coches. Recomiendo visualizar el documental Freightened, the Real Price of Shipping, de Denis Delestrac, para entender la dimensión real del problema de la contaminación del aire.

 

Por desgracia en la política hay mucha necedad y autocomplacencia. Se dan por buenas y perpetúan conductas erróneas o cuanto menos cuestionables, por ignorancia, por interés o por miedo a perder electores al afectar a determinados sectores. Sólo cuenta eso: la reelección, la perpetuación en el cargo, la conservación del sueldo… es muy primario y desolador.

 

Igual que en nuestra vida personal, debemos entender como sociedad que el miedo al cambio no nos permite avanzar ni mejorar, y que el cambio siempre es positivo dado que las viejas estructuras quedan obsoletas, viciadas y dejan de ser válidas para regir nuestro presente. Por culpa de ese miedo arrastramos demasiados lastres que nos impiden avanzar e hipotecan nuestro futuro


La neutralidad climática es uno de los objetivos más ambiciosos de la UE y para lograrla, han de intervenir todos sus agentes, hogares, empresas, Gobiernos, para descarbonizarse en los próximos 30 años. ¿Crees que lo conseguirán?

 

Pues la verdad es que no lo creo, porque las medidas se toman tarde y con poca implicación. El plástico sigue llenando las estanterías de los supermercados que curiosamente han multiplicado su presencia exponencialmente en los últimos años, es un negocio en alza y están sembrando cada pueblo con no uno sino varios supermercados de gran tamaño, donde la cantidad de comida envasada en plástico con la que especulan no responde a la necesidad real de consumo de la población y por ello tiran toneladas de comida y envases cada día. Una comida que se tira directamente al camión de la basura por la puerta de atrás de nuestro flamante y orgulloso supermercado y que se incinera generando una contaminación extraordinaria por esos plásticos no separados. Ellos solos, los supermercados, provocan una demencial huella de carbono cada día por la producción, el transporte y la destrucción de unos alimentos que no tienen cabida en la cadena de consumo. Y por otro lado, desde la gestión de residuos se crean lobbies medioambientales que se enriquecen recogiendo y clasificando nuestra basura y que en realidad solo buscan perpetuar sus beneficios mientras nos mienten para que sigamos consumiendo sin remordimientos cuando tan solo el 2% de los envases se fabrica con plástico reciclado. No es ético ni sostenible, pero nadie hace nada.

 

Para llegar a ese objetivo de descarbonización debemos abandonar completamente este sistema productivo, volver al comercio de proximidad, comprar a granel y siempre en envases reutilizables. Si sólo somos capaces de reciclar el 2% del plástico, entonces debemos reducir la producción del 98% restante. Es el único modo.


¿Cómo comunicadores de la realidad “climática”, ¿qué crees podemos aportar y transmitir para ayudar en el cambio?

 

La verdad es que gran cantidad comunicadores, intelectuales y científicos llevamos mucho tiempo mostrando todos esos problemas a la sociedad. Mucho tiempo y muchos proyectos: fotográficos, documentales, informes, escritos, manifiestos, recogidas de firmas… pero no hemos conseguido cambiar el rumbo autodestructivo de nuestra especie. Una especie con muy poca memoria histórica, que se limita a repetir una y otra vez los errores de sus antepasados, que se limita a vivir su presente con la mayor comodidad posible, que no es capaz de modificar sus patrones individuales para mejorar como comunidad y que desde los indios americanos no siente ya la tierra como madre y por ello la arrasa a su antojo.

 

¿Qué podemos aportar si no nos escuchan y nos tachan de enemigos del progreso? Hace un tiempo que pienso que deberíamos limitar la extrema dependencia que tenemos de los gobiernos como legisladores interesados y parciales, y erigir grupos de pensadores o consejos de sabios. Estos consejos podrían por ejemplo resultar una evolución del actual Senado, que despolitizado, se centraría en los intereses reales de la ciudadanía.

 

En ese sentido estoy intentando activar una mesa de reflexión sobre la cultura y las artes en mi comarca, verdaderos expertos técnica e intelectualmente agrupados por sus respectivas materias (ecología, cultura, sociedad, economía…) que sean totalmente independientes de los poderes políticos y económicos, y que dispongan de poderes ejecutivos reales para configurar los cambios estructurales necesarios. Creo que esa será una buena forma de encontrar interlocutores capaces de ver, entender, transmitir y defender los valores que necesitamos para nuestro futuro próximo. ¿Qué os parece la idea?.


¿Cómo crees que ha afectado la pandemia al mundo del cine y la fotografía?

 

La pandemia ha acabado prácticamente con el cine como experiencia, como arte para ser disfrutado en salas. El confinamiento, las medidas de cierre, la reducción de aforos, las restricciones de movilidad y el miedo inoculado por sistema, han acabado con la poca audiencia que gustaba de disfrutar de la verdadera experiencia cinematográfica al completo, y las plataformas de contenido por streaming han cogido con gusto el relevo. El problema es que estos, como meros proveedores de producto audiovisual de consumo, hacen prevalecer la cantidad sobre la calidad, sin autoría y sin visos de pretender educar o remover la consciencia de la audiencia a través de la pantalla sino ofreciendo entretenimiento por entretenimiento. Sonido, música e imagen son ahora comprimidos a través de un dispositivo de tamaño y calidad infames donde lo único que se puede medio entender es ese contenido televisivo precocinado y predigerido.

 

Para mí, sin mensaje, reflexión o poesía, el cine como arte no existe, y casi nada ya es cine, es “entretenimiento audiovisual” diseñado para satisfacer, acomodar y anestesiar nuestras consciencias. Si no, observad la cantidad de películas y series apocalípticas que inundan hace tiempo las plataformas de contenido y que normalizan sistemáticamente las plagas, las guerras, la destrucción del planeta, la violencia y la lucha por la supervivencia. Estos contenidos además de no contribuir a nuestro crecimiento intelectual, nuestra capacidad de reflexión o sentido crítico, distorsionan y atenúan nuestra percepción de la realidad y nos preparan para aceptar lo que venga, sin luchar por evitarlo. En definitiva, una propaganda muy peligrosa.

 

La fotografía ya estaba muy tocada antes de la pandemia. Durante la crisis de 2008 a 2018, la clase media fue diezmada: profesionales liberales, intelectuales, artistas, emprendedores y pequeños empresarios que eran los principales usuarios y consumidores de arte y cultura perdieron sus fuentes de ingresos y asistimos al cierre paulatino de las mejores galerías de Barcelona, por falta de capacidad de inversión de su público principal y por el total desinterés de las otras clases sociales. Yo mismo tuve una galería/showroom en la céntrica calle Verdi del barrio de Gracia de Barcelona y vi durante años como el arte le resbalaba a la inmensa mayoría de los transeúntes que por allí pasaban (2,3 millones de visitantes durante las fiestas de 2016). Entonces el sector se limitó a las grandes ferias, los grandes nombres y los coleccionistas de esos grandes nombres que como medio de inversión, especulaban con el arte haciéndolo elitista y distorsionándolo a su conveniencia como mero mercantilismo.

 

La entrada del digital y la paulatina desaparición de laboratorios analógicos profesionales también jugaron un papel clave en la banalización de la fotografía por su inmediatez, accesibilidad y economía. Factores que lejos de beneficiar al medio lo hicieron accesible a cualquiera con tiempo y ganas de disparar, pero sin conocimientos técnicos, educación artística ni capacidad de reflexión, las redes sociales estandarizaron esas nuevas visiones y aquí estamos, rodeados de toneladas de contenidos de ínfima calidad y dudoso beneficio. De nuevo opino que sin mensaje, reflexión o poesía, la fotografía como arte no existe, y casi nada ya es fotografía, es “captación fotográfica” por interés o por afición.

 

No estoy en contra del entretenimiento, solo me preocupan las formas; está bien que la gente de vez en cuando desconecte de sus problemas viendo una serie mala, jugando a Minecraft, haciéndose selfies o retratando todo cuanto le rodea. Es un gran triunfo de la transmodernidad, término acuñado en 1989 por la filósofa Rosa María Rodríguez Magda, que los individuos puedan expresarse tan libremente. Aunque estaría muchísimo mejor que la gente desconectara conectándose. Conectándose al conocimiento, a la cultura y a las artes, para construirse mejores capacidades intelectuales para la reflexión, la interpretación y el juicio crítico que harían evolucionar a la humanidad en la buena dirección, en lugar de dejar un caótico y variopinto vertedero de imágenes vacías fruto del consumismo más primario, el del ego.

¿Cómo sería tu interpretación de este “nuevo mundo” detrás de tu cámara?


Recuerdo muy vivamente aquel viaje a Uzbekistán promovido en 2009 por la Fundación We Are Water en el que fui invitado a realizar, junto a la cineasta Isabel Coixet y el periodista Ignacio Vidal-Folch, un reportaje fotográfico sobre la desaparición del mar de Aral, uno de los cuatro lagos más grandes del mundo con una superficie de 68.000 km² y que prácticamente había desaparecido como consecuéncia de la acción del hombre. Y recuerdo aquel poema ‘Parábola’ de Wislawa Szymborska con el que nos inspiramos:

 

“Ciertos pescadores sacaron del fondo una botella.

Había en la botella un papel, y en el papel estas palabras:

“¡Socorro!, estoy aquí. El océano me arrojó a una isla desierta.

Estoy en la orilla y espero ayuda. ¡Dense prisa. Estoy aquí!

 -No tiene fecha. Seguramente es ya demasiado tarde.

La botella pudo haber flotado mucho tiempo, dijo el pescador primero.

 -Y el lugar no está indicado. Ni siquiera se sabe en qué océano,

dijo el pescador segundo.

-Ni demasiado tarde ni demasiado lejos. La isla “Aquí” está en todos lados,

dijo el pescador tercero.

El ambiente se volvió incómodo, cayó el silencio.

Las verdades generales tienen ese problema.”

 

Es necesario decir las cosas como son para remover las consciencias, provocar el diálogo y así poder llegar juntos a soluciones. Aunque por ignorancia, interés o necedad resulte incómodo para muchos.

 

Esa es también mi manera de interpretar lo que fotografío, dejándome abrazar por el sujeto e integrando las señales, tangibles e intangibles, que percibo en un ejercicio de comprensión respetuoso y sereno. En ese proyecto muestro la dualidad entre la esfera humana, a través de retratos analógicos (emulsión química) para captar la organicidad  de las personas que todavía habitan el lugar, y la esfera ecológica, a través de fotografías digitales que captan de manera artificial (pixels) los entornos degradados por la acción del hombre. Esa sería mi interpretación. Y mi mensaje, una fotografía que para mí lo describe bien: un horizonte desolado a orillas de lo que queda del mar de Aral con un ancla oxidada todavía en pie que proyecta la sombra de una cruz sobre el árido suelo. Para mí no es del todo negativa, puesto que hay una pequeña franja de mar y algo de cielo azul. Todavía hay esperanza, pero hay que remar duro en contra de la corriente para conseguir salir de esta tendencia autodestructiva. La inacción ya no es una opción.


¿Cómo enfocas tus publicaciones en tus redes sociales? ¿Cuáles son tus objetivos? 

 

Uso las redes como un diario o un cuaderno de bitácora de mi día a día. Reconforta poder expresar entre amigos, conocidos y seguidores que no ves habitualmente, estados vitales, búsquedas o reflexiones que para uno son relevantes y que tal vez puedan inspirar o motivar a otros. Creo que compartir con las personas afines a tí en el sentir es lo mas parecido que se puede pedir hoy en día a la sensación de pertenencia a la tribu.

 

Estoy en LinkedIn (@jordi.azategui) como plataforma de conexión profesional, pero sobre todo uso Instagram (@azategui) ya que me parece más amigable, lanzando en ocasiones a Facebook (@jordi.azateguiparra) las publicaciones más profesionales. También me gusta Pinterest por su organización de contenidos inspiracionales y por su capacidad de descubrimiento de otros contenidos afines. Pero no tiene la misma conexión con los demás.


Jordi Azategui, biografía

Fotógrafo y video artista, con una larga trayectoria creativa, se vuelca en la narrativa audiovisual.

 

Un primer acercamiento a la música y a la fotografía le lleva a la Escuela Superior de Arte y Diseño Llotja de Barcelona, donde se gradúa en artes aplicadas en 1996 y desde donde desarrolla talentos para el pensamiento creativo y la expresión plástica.


Poco después inicia un periodo de 10 años como director creativo en la empresa Renderman, S.L, donde lidera el departamento de multimedia y diseño, y desde donde es reconocido su trabajo con diversas nominaciones y premios LAUS ADG-FAD.

En 2006 co-funda el estudio creativo multidisciplinar
Andrei Estudi, S.C.P. donde compagina su camino personal como fotógrafo y videoartista con la actividad de director creativo y comercial para numerosos proyectos de diseño gráfico, publicidad, web y audiovisual; produciendo, dirigiendo, filmando y editando piezas comerciales y documentales para música, danza, teatro y moda bajo la marca Andrei Films.

Participa como fotógrafo oficial en festivales internacionales com el ‘Barcelona Asian Film Festival’ (BAFF), el Ciclo de Cine Alemán del Goethe-Institut Barcelona o el Festival Internacional de Danza ‘Complicitats’ y realiza un seguimiento fotográfico de los grupos de Jazz residentes en Barcelona y los artistas internacionales invitados, publicando sus fotografías en revistas especializadas.


En 2009 Azategui viaja a Uzbekistán junto a la directora de cine Isabel Coixet y el periodista Ignacio Vidal Folch, con el fin de realizar un reportaje fotográfico que acompañe el documental dirigido y filmado por la cineasta española,  Aral. El mar perdido. Este documental fue la primera iniciativa de sensibilización de la Fundación We Are Water. De ahí nació una exposición itinerante realizada en los Roca Galleries de Barcelona, Madrid, Londres y Lisboa.


Después de exponer su obra en galerías de Berlín, Londres, Roma, Lisboa, Madrid y Barcelona, se vuelca en la narrativa audiovisual, iniciando una larga trayectoria creativa como director de fotografía y/o montador para películas de la cineasta internacional Isabel Coixet como Ayer no termina nunca, Nadie quiere la noche, La librería o la reciente Nieva en Benidorm, la serie de HBO Foodie Love, documentales como Parler de Rose, Marea Blanca o la galardonada con un premio Goya Escuchando al Juez Garzón, y piezas comerciales como Por ser niñas para Plan España o Normal para Ajuntament de Barcelona. De esta relación cosecha dos premios en el 16º Festival de Cine de Málaga; a la mejor fotografía y al mejor montaje por la película Ayer no termina nunca protagonizada por Candela Peña y Javier Cámara.


Asiduo colaborador en los proyectos audiovisuales del reconocido fotógrafo Manuel Outumuro y miembro de la Asociación de Montadoras y Montadores Audiovisuales de Cataluña, AMMAC.


Actualmente reside en la comarca de La Selva donde desarrolla la actividad de productor audiovisual, director de fotografía y montador audiovisual, configurando equipos y siendo parte activa en todo tipo de proyectos de ficción, documental, corporativos o culturales.


va.azategui.com 

www.azategui.com 

http://www.azategui.com/documentaries/sea-without-sea



MAR SIN MAR / SEA WITHOUT SEA

"Este libro se editó para condensar mi experiencia tras retratar los restos de un mar, el mar de Aral, que fue el cuarto lago más grande del mundo con una superficie de 68.000 km2 y que proveía de alimento y prosperidad a miles de personas”.


Jordi Azategui

Jordi en las redes

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